martes, 12 de julio de 2011

VIII La flor del camino



    "¡QUÉ PURA, Platero, y qué bella es esta flor del camino! Pasan a su lado todos los tropeles -los toros, las cabras, los potros, los hombres-, y ella tan tierna y tan débil, sigue enhiesta, malva y fina, en su vallado triste, sin contaminarse de impureza alguna. 
    Todos los días, cuando, al empezar la cuesta, tomamos el atajo, tú la has visto en su puesto verde. Ya tiene a su lado un pajarillo, que se levanta -¿por qué?- al acercarnos; o está llena, cual una breve copa, del agua clara de una nube de verano; ya consiente el robo de una abeja o el voluble adorno de una mariposa. 
    Esta flor vivirá pocos días, Platero, pero su recuerdo ha de ser terno. Será su vivir como un día de tu primavera, como una primavera de mi vida. ¡Ay! ¿Qué le diera yo al otoño, Platero, a cambio de esta flor divina, para que ella fuese, diariamente, el ejemplo sencillo de la nuestra?".


Juan Ramón Jimenez, Platero y yo, edición de 1979. Página 20 y 22. Editorial Losada, Colección Juvenilia. 

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